muerto
Un recuerdo
Bajó la ventanilla para que el humo del cigarrillo se disipara. Fumaba mientras esperaba en el auto a Mim. Cerró los ojos y dejó salir la bocanada de humo con lentitud.
Una chica de pelo multicolor yacía sobre la cama de un deteriorado motel. La mayoría de los usuarios lo utilizaban para tener sexo sin preámbulos. Hasta el nombre del lugar hacía ironía a su función. La chica estaba muy drogada y no paraba de reír, mientras subía su vestido y dejaba ver su diminuta prenda íntima de encaje verde pastel. Morris sentía que su pene se asfixiaba dentro de su pantalón. Con mucha habilidad la despojó de su ropa y con el pulgar comenzó a estimular a la muchacha. Gemía y se retorcía como posesa.
—¡Cógeme! ¡Hazlo ya! ¡Cógeme! —pedía la mujer.
Morris bajó su cremallera y frotó su glande antes de penetrar. La chica recibió la embestida y ya no gemía, gritaba. Por su parte, Morris se limpiaba las gotas de sudor con una mano. La excitación hacía que le punzaran los testículos. Se limitaba a pujar y a arremeter con fuerza.
—¡Voy a terminar…! —jadeaba la chica estremeciéndose.
—Espera, aún no —replicó Morris.
Buscaba con su mano derecha algo entre las mugrosas sábanas.
—¡No aguanto más! ¡Ya! ¡Ya…! —gritaba la chica con urgencia.
Un cuchillo afilado cortó su garganta de izquierda a derecha, después se escuchó un gorgoteo y palabras ahogadas en rojo. Morris eyaculaba como una bestia apretando los ojos; escuchando los sonidos guturales e inhalando la mezcla de olores de sangre y sexo.
Abrió los ojos antes de arrojar el cigarrillo por la ventanilla. Mim se acercaba al auto; Morris la veía caminar con su vestido ampón y el pelo balanceándose en cada paso estilizado por los tacones altos. Mim subió al auto.
—¡Son un asco los baños de este lugar! ¿Qué hacías? —espetó Mim acomodando el vuelo de su falda.
—Reviviendo un recuerdo —dijo Morris sonriendo y echando un vistazo a su entrepierna para confirmar que su pene se estaba asfixiando dentro de sus pantalones.
—¿A dónde iremos? —dijo Mim aspirando con vigor el humo de un pequeño cigarrillo que sacó de entre la copa de su vestido.
—A un motel. Te vas a reír cuando sepas el nombre.
Mim ya se estaba riendo.
El mismo día
00:01
En el primer minuto de aquel día, justo después de presionar el botón “END” del móvil, sintió como un agujero negro empezaba a devorar su universo desde el mismo punto de su cuerpo en donde antes se ubicaba un corazón. El vórtice absorbía todo a su alrededor, que era inevitable escapar de la dominante sensación de náuseas y la desquiciante idea de que en cualquier momento el pecho alcanzaría un punto máximo de dilatación antes de explotar. Intentó dar algunos pasos, pero ya la espiral se iba cerrando en un movimiento enloquecedor.
Los gritos solo se escucharon en su espacio interior del mismo modo que se escucha una nota musical, yendo desde su vibración más alta a cero. Después, un silencio que más que incómodo, era de muerte.
El alma se le estaba escapando en pequeñas partículas como granos de sal: uno a uno caían lentamente, igual a un reloj de arena, sin amontonarse, se esparcían, se evaporaban, regresaban a otro cielo.
De alguna parte del gris en su cabeza, se elevaban diminutas estampas salpicadas de colores con un número de seis dígitos grabado en cada una. Desplegaban sus alas y remontaban el viento antes de extraviarse en un borroso horizonte.
Clips de vídeo parecían rebobinarse eternamente mientras el control vertical desfilaba de abajo hacia arriba en una desordenada sucesión de trailers sin banda sonora ni una advertencia de discreción o clasificación; iban del blanco y negro al colorido de una tarde de verano en el bosque.
***
No muchas horas después el cadáver fue encontrado en la vía pública, pero solo eran despojos, vestigios y escoria de aquello que en algún momento fue un corazón que se enamoró al ritmo apacible de una melodía de Josh Groban y que amó de forma tan intensa como se escucha una canción de Nightwish.